Elecciones En Brasil: Entre La Reoccidentalización Y La Desoccidentalización

Durante su presidencia Dilma Rousseff aumentó el distanciamiento  entre Brasil y los EE.UU, distanciamiento que comenzó durante la presidencia de Ignacio Lula da Silva. Dos acontecimientos importantes, en el pasado reciente, aumentaron tanto la distancia y como la tensión entre los dos estados: Rousseff canceló su visita a Washington al hacerse público que los Estados Unidos espiaban al gobierno de Brasil y, en julio de este año, la reunión de los BRICS en Brazil y el fuerte apoyo de Rousseff a la creación del banco BRICS acentuó el proceso ya comenzado.

Cuando la iniciativa del Banco BRICS fue criticado como una iniciativa contra el FMI y el Banco Mundial, Dilma Rousseff fue citada diciendo que la iniciativa no era en contra de esto o de lo otro sino que es “a favor de nuestros intereses.” “Nuestros intereses” aquí se refería a los BRICS y a los estados que el banco BRICS apoyaría tanto para su consolidación económica como para evitar que las draconianas tasas de intereses y delincuentes legales como Paul Singers, mantuvieran a estados emergentes bajo la esclavitud de la deuda.

Marina da Silva surgió a la notoriedad después del accidente de aviación que acabó con la vida del candidato presidencial Eduardo Campos, el 13 de agosto de 2014. Hubo mucha especulación y no faltaron las teorías de la conspiración en el análisis tanto del accidente como de sus consecuencias—el salto de Marina da Silva a la candidatura presidencial.

El 27 de septiembre el periódico español El País en línea publicó un artículo con este título: “La candidatura de Silva apuesta por Una actitud mas cercana a los Estados Unidos.” El título trajo a la luz lo que ya se sabía, pero andaba dispersado en la campaña de da Silva: su inclinación política hacia la reoccidentalización y, en consecuencia, la posibilidad de que bajo su presidencia Brazil se una a la Alianza del Pacífico junto a Colombia, México, Perú y Chile que mantiene una posición ambigua en este asunto desde que Michele Bachelet asumió la presidencia. Un giro semejante en la política exterior de Brazil abriría un signo de interrogación sobre su role en UNASUR.

Hay, sin duda, mucho en juego en estas elecciones; mucho más de lo que presupone toda elección presidencial. Brasil se ha convertido en el estado líder en Sudamérica / Centroamérica y el Caribe. Al mismo tiempo, el orden mundial global ha llegado al punto del no-regreso en la creciente afirmación de tendencias desoccidentalizantes (BRICS, Indonesia, Turquía) y las respuestas reoccidentalizantes (US y la UE en Ucrania, en Siria, en el Oriente Medio).

En los últimos dos años Rusia y China detuvieron la invasión estadounidense a Siria en el Consejo de Seguridad de la ONU. Por otra parte India “conmocionó al mundo” (según los medios títulos grandiosos) al unir fuerzas con Rusia y China contrarias a las expectativas de Estados Unidos. Occidente (los EE.UU. y los estados centrales de la UE) está perdiendo los privilegios ganados en quinientos años de consolidación y expansión y, como es de esperar, perder privilegios es duro. Los signos de la batalla por mantener el liderazgo global no es sólo evidente en Siria, Ucrania y el Medio Oriente, sino que el presidente Barack Obama lo dijo explícitamente en su discurso en la reciente reunión de la ONU.

Un aspecto notoriamente ausente en la campaña y en los medios de comunicación que informan sobre la campaña es la configuración racial de ambas candidatas. Nadie se confundiría al decir que  Dilma Rousseff es “blanca” y Marina da Silva es “negra.” Escribo estas palabras en comillas debido a las ambigüedades de su significado, al mismo tiempo que tienen una presencia innegable en conversaciones diarias.

Curiosamente, Marina da Silva se promueve como candidata “verde,” es decir, ecologista; mientras que a Rousseff se la describe como un rasgo común en los estados de América Latina de hoy “ex guerrillera marxista”: el presidente Uruguay, el vice-presidente de Bolivia, y la presidente de Argentina han hecho sentir sus voces en las batallas por la liberación en el último cuarto del siglo XX. Pero la ¨raza¨ no fue un tema notorio en estas campañas. Tal vez después del entusiasmo inicial con la presidencia de Barack Obama y lo que siguió, la gente y los medios de comunicación se dieron cuenta de que una cosas es tratar el racismo en la sociedad civil y otra muy diferente, tener expectativas en que una persona pueda doblar en uno o dos períodos presidenciales la estructura político-económica de la forma-Estado.

Los ciudadanos brasileños votarán de acuerdo a sus intereses nacionales, personales e institucionales, y no por si Rousseff es blanca y da Silva negra; o por si una era ex guerrillera marxista y la otra una actual ambientalista.   Algunos votante pueden estar al tanto del significado y los interés que respaldan a una ex guerrillera marxista y a una actual ambientalista. Los votantes, presumo, no emitirán tampoco su voto considerando si el estado brasileño en el próximo ciclo presidencial seguiría la ruta BRICS o giraría hacia los EE.UU. y la UE; es decir, si Brasil continuaría en la ruta desoccidentalizante o daría un giro aliándose a la reoccidentalización.


Si la mayoría de los posibles votantes no especularán sobre estas consecuencias,  el resultado de la elección tendrá sin lugar a dudas un impacto significativo en América Latina y, desde luego, en el orden mundial.